miércoles, 17 de junio de 2015

EL CRUCIFICO

El crucifijo es considerado por la tradición católica como una defensa contra las fuerzas demoniacas, y el signo sagrado de Cristo como vencedor sobre el mal.
Se tienen registros antiguos en grimorios de Magia, sobre la protección efectiva del crucifijo ante la hechicería más perversa.
La crucifixión es un método antiguo de ejecución, donde el condenado es atado o clavado en una cruz de madera o entre árboles o en una pared, normalmente desnudo, y dejado allí hasta su muerte.
Jesús de Nazaret, el caso más conocido de crucifixión, según los textos cristianos fue condenado a morir en una crux commissa modificada para colocar un letrero sobre su cabeza por Poncio Pilatos, el gobernador romano de la provincia de Judea. Según el Nuevo Testamento, esto fue por presiones por parte de los líderes judíos, que estaban escandalizados pues aseguraba ser el Mesías. El cargo fue declararse “Rey de los judíos”, es decir, traición a Roma y sedición.

LA HERRADURA

Al igual que el trébol de las cuatro hojas o la pata de conejo, la herradura es considerada desde tiempos inmemoriales como un poderoso amuleto capaz de traer fortuna o de rechazar espíritus malignos. Introducida por los griegos en el siglo IV, las primeras herraduras eran de hierro, un elemento que se creía que ahuyentaba el mal, por lo cual tenía la forma de una luna en cuarto creciente, que desde antiguo era considerada como símbolo de fertilidad y fortuna. Por si fuera poco, los griegos decidieron fijar las herraduras a los equinos con siete clavos. Exactamente siete; un número mágico para egipcios y babilonios, una superstición más que ha perdurado en nuestros días. Los romanos al ser muy supersticiosos continuaron con la práctica, que se extendió por todo el Imperio. Se creía que las brujas se desplazaban montadas en escobas porque temían a los caballos, y que cualquier cosa que les recordara un caballo, especialmente su herradura de hierro, las ahuyentaba como un crucifijo aterrorizaba a un vampiro. Por este motivo, una mujer acusada de brujería era enterrada con una herradura clavada en la tapa de su ataúd, para impedir su resurrección. En Rusia, al herrero que forjaba herraduras se le consideraba dotado de capacidad para realizar magia blanca contra la brujería, y los juramentos solemnes relativos al matrimonio, los contratos comerciales y las compraventas de propiedades no se prestaban sobre una Biblia, sino sobre los yunques utilizados para martillar las herraduras. A pesar de todo, con el paso del tiempo las herraduras conservaron su hechizo. Según fuentes relacionadas con el esoterismo, colocar los extremos de la herradura hacia abajo nos ofrecerá protección, mientras que ponerla al revés, con los extremos hacia arriba, será más eficaz para llamar a la suerte. Es por ello que no nos extraña que actualmente la podemos encontrar representada en toda clase de modelos en forma de joyas, tapices e incluso en los logos de las empresas. Por lo visto, se trata de una superstición que perdurará en el tiempo.